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El miedo, una emoción

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No puedo, no quiero, me encuentro bloqueada, es que…, son muchas de las verbalizaciones que hacemos ante determinadas situaciones que nos paralizan en nuestro día a día. El miedo es una emoción de esclavitud que nos frena, nos aísla, nos hace pequeñicos y vulnerables. Su misión es cuidarnos y protegernos de aquello que puede ser dañino para nosotros. También el miedo es una emoción necesaria para la supervivencia. Cuando no sentimos control, nuestro cuerpo pone en marcha cambios fisiológicos, emocionales, conductuales y cognitivos para hacer frente el peligro y así buscar y sentir seguridad.

La reacción que tengamos ante una experiencia adversa va a depender de la amenaza y de las experiencias enredadas con nuestro pasado. Recordaremos lo sucedido y anticiparemos la situación dado el aprendizaje que hemos realizado. Cuando hemos tenido ciertos acontecimientos negativos, nuestro cerebro presta más o menos atención a cualquier cosa que pueda parecerse a eso negativo ocurrido anteriormente. Vemos las cosas más grandes o más pequeñas de lo que realmente son, todo para que no suframos ni sintamos dolor y podamos sobrevivir.  Si percibimos una situación como estresante activamos nuestro sistema de lucha, huida o bloqueo gastando el 100% de la energía, independientemente que sea un tigre persiguiéndote en la selva, tu jefe regañando tu trabajo o una fobia irracional. El sistema de defensa actúa con la misma intensidad.

El miedo genera una sensación de fragilidad, vulnerabilidad, ausencia de poder personal, incapacidad de sentir una confianza hacia una misma. Para poder proteger esta sensación y ponerla a salvo, metafóricamente, construimos un muro con pequeños guerreros alrededor que hacen guardia dispuestos a defender a todo aquel que pueda dañarla y descubrirla.

Y es que existen muchos muros y guerreros diferentes: los que hacen que evitemos la situación temida, los que nos convierten en invisibles para que nadie nos pueda ver, los que se encuentran a la defensiva, los que idealizan, los que utilizando ironía y diversión, los que nos aíslan, hay otros que se intelectualizan, también  encontramos los que nos paralizan y nos victimizan, los que se quejan, los que buscan ayuda de forma dependiente… aunque son diferentes sus funciones siempre son la misma proteger nuestro ser.

El problema viene cuando construimos el muro y sacamos nuestros guerreros a pasear a pesar de que no exista una amenaza real. Además, están  tan ocupados de defender y salvar este ser, que no puede dedicarse a cosas más interesantes y enriquecedoras.

“como un pájaro que vivió enjaulado y al abrir la puerta de la jaula aunque su instinto le dice que vuele,  tiene miedo a volar, miedo al cambio”

Una de las maneras que tenemos para crecer es superar los miedos que nos encontramos en nuestro camino. Podemos dejar de tener miedo si nos sentimos protegidos. Esto lo lograremos si nos vemos queridos, amados y acompañados en nuestro miedo por alguien o por uno mismo. Lo mejor para vencer el miedo es abrazarlo y solo entonces sentiremos seguridad.

Abrazar mis miedos  es mi definición de libertad,

¿Los abrazas y vuelas?

 

Terapia de adultos.

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